lunes, 4 de abril de 2011

El canto del conejo

Asesinan al hijo de… el titulo incompleto de un correo electronico me llena los ojos de espanto. Otro asesinato, otro hijo, no quiero abrirlo… pero lo hago. El hijo de Javier Sicilia. Un grito de conejo se disuelve en el silencio cuando me sumerjo en el horror de la noticia: la bestialidad inconcebible del asesinato de 7 personas, torturadas asfixiadas, abandonadas. Ayer llevaban vidas honradas, creativas, de gente buena y luchona. Hoy ya no son y las vidas de sus familias, están destrozadas.

Conocer a Javier Sicilia, soy una de sus tantos alumnos de poesía, no es lo que me mueve a las lágrimas. Es el reconocer la magnitud de lo que estamos viviendo. El velo se esta rasgando, esa ilusión de pretender que podemos seguir viviendo así, ignorando los cadáveres que aparecen casi a diario ejecutados con huellas de lo indecible, cubriéndolos pronto con un “ah, ese porque era narco” cultivando la secreta fantasía que se terminen matando entre ellos sin tocarnos a nosotros, pero quienes son ellos? Quienes somos nosotros? Eso es lo que cada vez esta menos claro.

En los tres meses que lleva el año solo en Morelos han ejecutado a 80 personas, con total impunidad. Como dice mi papa, aquí pueden asesinar a quien sea y no pasa nada basta ponerle un letrero que diga CDG o CPS para que nadie investigue y a nadie le importe. Quien sabe cuantos inocentes han terminado como estos jóvenes, que gracias a la autoridad moral y notoriedad de Sicilia, fueron exonerados del estigma que se ha vuelto automático? Algo se rompió.

Escribo un poema desde el fondo de mi dolor, la impotencia se vuelve imagen y aparece un conejo, esta sociedad nuestra, sensible pero silenciosa, indefensa. Somos conejos todos mirando con ojos bermellón al otro, al hermano, al hijo, al prójimo (aunque sea narco). Se lo llevan de las orejas a ese lugar oscuro de donde nadie regresa. Las tempestades internas son inmensas pero el conejo permanece silencioso, contenido, tembloroso.

La mañana siguiente fui al veterinario, ahí estaba el doctor Felipe con su camiseta de “no mas sangre”, la ultima vez que vi a Felipe los dos caminábamos por avenida Revolución rumbo al panteón siguiendo la procesión sobre la cual navegaba, en un ataúd blanco, el cuerpo de un joven taxista, un amigo, asesinado impunemente. Ahora Felipe estaba muy concentrado en un pequeño paciente : un conejito silvestre. Un campesino lo encontró, lo perseguían los perros y estaban a punto de comérselo, pero el señor lo salvo y se dió cuenta de que estaba quemado, probablemente por un incendio. El principal problema es que no podía ver, sus ojos cerrados por una infección. Estaba ciego.

Volví a mi casa con el corazón en carne viva, sintiendo toda la impotencia de ese conejo, sintiendo todo su dolor silencioso, su miedo. Entonces recordé la pintura que empecé hace dos semanas: un conejo tocando la tompeta, una explosión de música llenando el espacio con todos sus colores. Me senté a terminarla y en ese trabajo meditativo algo comenzó a transformarse. Oí mas allá del grito, las posibilidades de expresión que la sociedad tiene y están floreciendo en estos momentos de indignación. Recordé el maratón de poesía del zócalo de Cuernavaca, las marchas, el Colectivo Movimiento que ha reunido a artistas a intelectuales que han decidido encabezar la transformación de la conciencia social.

Anoche contaba esta historia alrededor del fuego, y alguien recordaba que todo tiene su lado destructor y su lado transformador . El fuego quemó al conejito, destruyó esa parte del campo, pero nos alumbra, nos da calor y nos conecta como comunidad para platicar, para unirnos, para transformar nuestra colectividad.

Así, la muerte atroz de siete personas esta uniendo a una sociedad, la esta despertando, la mueve a la acción: el próximo miércoles miles de veladoras se unirán en un río de fuego transformador que marchará desde la Paloma de la Paz hasta el zócalo de Cuernavaca. Seremos miles, ojala más, los que dejaremos la indiferencia, los que saldremos de nuestra zona de comodidad, como ese campesino que dejó todo lo que tenia que hacer para salvar a un pequeño conejo ciego, para devolverle la luz y dejarlo en libertad.

Conejo, cuando gritas

La oscuridad pierde su filo

Cuando cantas, transformas el universo

Citlalli Peña

Mayo 2011

domingo, 6 de marzo de 2011

Maiz

hace unas semanas el altavoz de la iglesia interrumpio su repertorio musical del domingo para pedir a los vecinos su cooperacion. "Si los hacemos entre todos acabamos mas rápido".

En el atrio de la iglesia encontramos pequeños grupos trabajando juntos, en silencio, meditativamente, botando del maiz los granos picados con una herramienta especial llamada aguja. Nos sentamos entre ellos y pronto nos equiparon y entrenaron para nuestra pequeña pero persistente labor. El tequila hacia sus rondas, tambien el agua de horchata y entre costal y costal conocimos algunos vecinos platicamos de las historias que han sacudido recientemente al barrio.

El señor que tocaba la chirimia y murio atropellado, era el cuñado de Rufina, la vecina que me presto su aguja. Asi van muriendo los viejos, asi se van perdiendo las tradiciones. Y donde estan los jovenes? le preguntamos. "Ya no quieren venir" dijo, con decepción. Y aunque yo le dije que tal vez sea solo una etapa y cuando crezcan quiza se den cuenta de lo importante que es este trabajo comunitario y vengan y ella dijo , "o tal vez, solo se pierda"

Limpiar el maiz es uno de los ultimos pasos del ciclo agricola que cada año completa esta comunidad al desgranar el maiz y venderlo entre los vecinos para reunir fondos para las fiestas.

Dos domingos despues el altavoz se arranco con musica de trio comenzo desde las 6 de la mañana. Me vesti y fui a la iglesia a ver que rayos pasaba y los vecinos estaban tendiendo las lonas en la oscuridad, llego el dia de desgranar, me dijeron y me enseñaron orgullosos las maquinas, "la musica es para que la gente sepa y venga" ah bueno... estaban tan emocionados que ya no les pude pedir que le bajaran.

La buena noticia es que el dia en que se desgrano el maiz llego mucha gente, muchos jovenes participaron, y los mas viejos recordaron aquellos dias en que la vida era mas sencilla y cuando llegaba la hora de barbechar se iban a quedar en la milpa y cazaban cuajilotas y ranas para hacerse una buena sopa. Asi me lo conto Don Genaro Villamil, tiene 8O años y dice que de los de su generacion solo quedan cuatro.

lunes, 24 de enero de 2011

Santa Cruz

Durante el ultimo mes hemos vivido en una hermosa casita bajo el corpulento cerro del hombre y la piramide del Tepozteco. Entre nuestro pequeño mundo y las montañas, se eleva la Iglesia de Santa Cruz y su siempre activo campanario. La torre esta adornada con vasijas de barro y platitos y por las noches enciende nichos de colores y una cruz de neon azul electrico.

Las fiestas y los muertos de diciembre nos quitaron el sueño a campanadas. Una chirimia atraviesa la noche y el retumbar de los cohetones enloquece a los animales. Los gatos viejos, de rusos nombres, acosan al cacomixtle que anda por los techos y ahora huye, rompe ramas y lanza un kikikikiki ametrallador.

Golpes secos sobre la tierra, será el cacomixtle? sera que ahora si ya se lo amolaron? o sera uno de sus huevos robados, como el que me encontre en mi helecho un dia y me desayune estrellado en hoja santa.

En la mañana tengo miedo de encontrarlo tieso, pero el suelo esta lleno de naranjas y se que el caco esta bien y que por la noche volvera a alborotar el gallinero y las gallinas perderan un huevo o dos -y yo un poco de sueño- y los gallos de pelea impotentes lanzaran kikirikis cocoricós que trascenderan sus jaulas y alcanzaran a los perros, a los amores de los vecinos y el silencio que dejo la chirimía, tras la tragedia que se llevo, por estos dias, al unico que la tocaba.